sábado, 18 de octubre de 2003

las bolas de los bolitas

La pacatería argentina ha tenido la costumbre histórica de encerrar universos enteros de significantes contenidos en una sola palabra. Durante el decanato infame –vaya uno a saber por qué– tuvo especial desarrollo el concepto de “trucho”. Esta costumbre nacional ha sido aplicada con particular énfasis en discriminaciones, persecuciones y reacciones varias. Así, nuestro vocabulario se vio enriquecido con adjetivos discriminativos tales como “cabeza”, “subversivo”, “gallego”, “grasa”, “peroncho”, “zurdo” y una gran multiplicidad de etcéteras.
Pero si una palabra define la acumulación de racismo, violencia, soberbia, ignorancia y desprecio por lo diferente, esa palabra –claro está– es “bolita”. Bolita es la síntesis de lo que los argentinos no somos ni queremos ser. Bolita es negro y es pobre. Bolita es la síntesis de los “otros”. Bolita es alguien de quien se puede abusar desde cualquier lugar de poder, en especial “nosotros” que somos tan “piolas”, que vestimos a la europea y andamos en 4x4. Bolita es la feria, nosotros somos el “shopping”. Bolita son ajices y limone’, nosotros somos lomo Hereford. Bolita es petiso y gordito, nosotros somos altos, rubios y de ojos celestes. Bolita es indígena, nosotros: orgullosa sangre europea.
Bolita nunca es ingeniero, odontólogo o licenciado en marketing, como “nosotros”; Bolita es siempre albañil o verdulero, pocero o traficante de drogas. Podrían pasar por tintoreros, ya que tienen los ojos medio achinados, pero son demasiado negritos para eso y cualquier porteño bien pensante se daría cuenta del engaño.
Por supuesto, para completar la cosmogonía, Bolita es sucio, piojoso, ladrón y de no confiar. Además, se sabe, viven con muy poco, entonces le quitan el trabajo a los “nosotros” porque cobran sueldos menores, y usan “nuestros” hospitales.
Sin embargo, en los últimos días resultó que, además de las ferias y las puertas de los hipermercados, había Bolitas en otra parte. Y muchos!!
Y resulta que salieron de las minas y los socavones, de cuidar llamas y vicuñas, de cultivar la coca y el maíz. Dejaron por un rato las islas del sol y de la luna, las selvas del oriente y las altiplanicies del occidente, los pantanos del norte y los salares del sur.
Salieron por la Puerta del Sol de Tiahuanaku, de Coroico y de Oruro, de Cochabamba y de Potosí, de Santa Cruz y de Sucre, de Uyuni y de Copacabana, de Vallegrande y de El Alto.
Y resulta que estos morochos y estas morochas con sus polleras de colores y sus zandalias, con sus huahuas y sus bolsones de coca; estos hijos de la tierra, tienen una dignidad más alta que el Huayna Potosí, una nobleza más profunda que las minas del Cerro Rico y unos huevos más grandes que el Lago Titicaca[1].
Y resulta que los Bolitas se cansaron de cagarse de frío mientras los señores del poder negociaban el gas natural para que se calienten los pies los gringos. Se cansaron y dijeron NO!!. Se cansaron y salieron a la calle y dijeron NO!! Y les dieron palos y dijeron NO!! y les mataron a sus hermanos y dijeron NO!! y los invitaron a “negociar” y dijeron NO!!
Resulta que estos Bolitas, negros, achinados, sucios, piojosos, coqueros, mansos, sumisos, pobres, indios, petisos, gorditos, verduleros, albañiles y recolectores de basura no quieren seguir entregando lo que les queda en el fondo de la tierra. Allí, donde se acumulan los cuerpos de los millones de indígenas que extrajeron la plata para que Europa primero, y otros mundos después, puedan tener el nivel de vida que hoy tienen. Para que –al cabo– puedan haber nacido empresas como Repsol, Shell, Exxon, Texaco, Standard Oil, que sacan el gas y el petróleo para que puedan calentar sus pies los plomeros de Minesotta y los jubilados de Lyon.
Probablemente los Bolitas no sepan de estos nombres raros. No olvidemos que además, son analfabetos, no saben lo que es el Dow Jones y el Nikkei, hablan en lenguas incomprensibles, pero les ponen a sus hijos nombres tales como Johnatan y Brian.
Por eso, probablemente, se cansaron y dijeron NO!!
Por eso echaron a su Presidente, quien seguramente es al menos un poco más blanquito y más alto y sabe hablar en inglés y conoce lo que significa “Price & Waterhouse”. “Nosotros”, probablemente, nunca llamaríamos Bolita a ese señor presidente.
Por eso no son como nosotros.
Por eso, porque son Bolitas.


18 de octubre de 2003

[1] cuando éramos chicos, había un chiste muy inteligente que decía: Perú y Bolivia comparten el Lago Titicaca, en Perú se llama “Titi” y en Bolivia se llama “Caca”…

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