lunes, 8 de noviembre de 2004

avalancha

parece que el oxígeno
finalmente va a llegar

entonces un primer movimiento de labios;
y tras ellos la mandíbula
comienza a ensancharse
para que penetre,
frío,
pétreo,
el aire del exterior.

me veo entrar en el calor de la casa
alguien espera, tras un libro
junto al fuego
confortable o distraído, mi llegada

sonrío buscando
respuesta en esas miradas,
recuerdos de donde nunca estuve

y aspiro y trato de gritar
pero despierto
y el ahogo me devuelve
a la sombra
de esta verdadera razón:
la oscuridad
(esta calle donde tus ojos no pueden siquiera asomarse)

donde nadie mira mis miradas
donde nadie sonríe mi sonrisa
donde ningún oxígeno penetra
mis pulmones;
que lentos
pero inexorablemente,
se apagan.

en mi frío,
otros fríos
que ayer se creyeron aire,
mueren conmigo.

ya calló el tronar de la avalancha
una calma comienza a inundar el valle
y las miradas punzan un nuevo norte;
buscan nuevos valles
y nuevos truenos

entonces comprendo
que aquí estaré siempre
bajo esta mortaja
sin aire
solo

la búsqueda ha terminado,
entonces comprendo,
en un último rapto de infundada razón,
en la bocanada final de mi pretendida lucidez,
justo antes que la última molécula de aire
se digne a ingresar por esta boca,
que ya nadie vendrá por mi.



8 de noviembre de 2004

miércoles, 16 de junio de 2004

carta a un amigo

¿Qué es de tu vida hermano?
Tanto tiempo sin saber de vos… la verdad es que cuando tomo conciencia de las distancias que se van generando en el tiempo, en el contacto con los afectos, con los que nos quieren bien… en fin, me preocupo un poco.
Me pregunto por qué, trato de pensar qué será lo que uno prioriza como para que terminemos sentándonos en una butaca tan lejana de los mejores compañeros de función…
Te cuento que mi vida es más o menos la deriva cotidiana que vos conocés, un poco de trabajar, otro tanto de militar, ir y venir entre las convicciones y los miedos, las necesidades y las apuestas de vida, las vicisitudes de la soledad y los placeres de sentir que en la huella hay otras pisadas.
Por momentos, con la sensibilidad un poco a flor de piel, producto de quien sabe qué asperezas frotando el cuerpo; otras veces, con un poco de resignación, con ciertos cansancios que el paso de los años van acumulando entre menudas victorias y gloriosas derrotas en la batalla contra mis propias miserias.
En otros andares, hurgando en el pasado a ver si Lacán y sus discípulos se avienen a tirarme un cabo, como para salir de semejante marejada; tan fresca a veces, y ausente de brazos para remar tan a menudo.
Dos pasos más allá (hacía un lateral, diría) la preocupación por lo cotidiano, el sustento para vivir y tratar de ir creciendo un poco, con la vana ilusión de que acumulando bienes materiales algún día terminaremos por olvidarnos de ellos…
Y en esas estoy, arrimando el cerebelo cerca de la estufa para ver si entre los vapores de tal cocción se cae una idea de cómo retomar el estudio, la maestría, esas cosas.
En estas ando hermano, un poco rengo y un poco manco, pero con ganas de usar la gamba y la mano que me quedas para seguir tirando pa’ lante...