lunes, 11 de diciembre de 2006

que se pudra

Que se pudra entre el salitre y el cobre
Que se pudra entre gusanos y alimañas
Que se pudra entre los cadáveres de un sueño que él mismo asesinó y sepultó
Que se pudra entre las notas desafinadas de sus bandas militares
Que se pudra en el olvido y la memoria de un pueblo que no olvida
Que se pudra lejos de los poemas de Neruda y las canciones de Jara
Que se pudra lejos de Caupolicán
Que se pudra con sus anteojos negros puestos
Que se pudra lejos de Magallanes y de las Torres del Paine
Que se pudra cerca de sus cómplices, los de ayer y los de hoy
Que se pudra lejos de Til Til
Que se pudra sin oir jamás a Violeta

Que se pudra, y en su putrefacción,
se disgregue sin ocupar ni un centímetro cuadrado del Arauco,
de Iquique y del Cabo de Hornos.
Que se pudra en la cárcel que nunca lo cobijó,
la de un repudio universal.

Que se pudra y se desvanezca, pero que allá,
en el fondo de su abismo oscuro,
en el olvido de su miserable muerte
esté atento y abra sus oídos
Porque en el suelo fértil de los valles,
kilómetros por encima de su tumba solitaria,
entre las sombras de las alamedas
más tarde o más temprano
escuchará como camina
el hombre libre.

11 de diciembre de 2006

viernes, 24 de marzo de 2006

Poder pensarnos, 30 años después

No somos los mismos. Tanta sangre zigzagueando entre pliegues de memorias y olvidos nos dejó un hueco en las manos. Una sala vacía repleta de piedras que aún hoy esquivamos a los ponchazos, como podemos, hijos de llantos e impiedades, manojos de entrañas casi resecas, pero que todavía despiden el hedor.
¿Cómo pensarnos sin estos 30 años? ¿Cómo escribir algún vértice de lo que somos sin transitar la mirada por las banquinas de la tortura y el secuestro, la desmesura del horror? ¿Es que acaso el tiempo no nos ha perdonado que el 24 de marzo todavía esté allí, erguido en su tozudez macabra?
Tal vez convocando al olvido, creyendo que podemos ser sin lo que fuimos. Tal vez ejercitando batallas de nostalgias, pretendiendo conjurar el recuerdo de lo que no fue.
Vano. Poder pensarnos, 30 años después, implica conocer la evidencia de que intentarlo es en vano por donde se lo mire, implica reconocer que no podemos ser un presente sin este 30 años pasados.
Poder pensarnos hoy significa poder pensar cuánto ayer queda en este hoy, dimensionar este tiempo-espacio con la perspectiva de que hoy somos, estamos, padecemos y queremos con lo que en estos 30 años fuimos, estuvimos, padecimos y quisimos. Pero pensarnos implica hoy más que nunca ser hoy, reconocernos como presentes, como un gran presente que nos contiene, a los que somos y a los que ya no están.
En la sala vacía, vamos acomodando aquellas piedras y estos tropezones. Los milicos asesinos y sus cómplices de ayer y hoy hubiesen querido que nos quedemos recordando aquellos ayeres. La memoria de los compañeros nos sacude la modorra y nos dice que el pasado no son huellas sino pies de carne y hueso que caminan por las calles, por las veredas y por el barro de las calles sin veredas. Por estas sendas, todavía caminan hoy los asesinos, pero también caminamos nosotros, 30 años después, queriendo pensarnos 30 años después.
Es por eso que pensarnos 30 años después no nos da derecho a mirar el ayer y cerrar los ojos en el hoy. Aquel pasado cobra sentido en tanto podamos mirar aquel pasado presente en nuestro hoy, las huellas del horror y las marcas vivas de estos horrores, los de las miserias de hoy, los de los crímenes de hoy, los de las opresiones de hoy, los de los saqueos de hoy, los de las devastaciones de hoy, los de las vergüenzas de hoy y los de las impunidades de hoy.
No somos los mismos. Poder pensarnos hoy, 30 años después, no es un homenaje ni un recital de rock. No es un afiche en las calles ni subirse al púlpito de los que hoy, 30 años después, perpetúan las injusticias de aquel ayer de sangre y miedo.
Pensarnos hoy, 30 años después, es desintegrar hoy aquel ayer, es luchar para que ayer y hoy dejen de ser equivalentes.
Nosotros no somos los mismos.

Nosotros no olvidamos. Nosotros no perdonamos, nosotros no nos reconciliamos.