Te nombro
Nombro tu cuerpo dormido entre aureolas verdes y celestes
Nombro los brillos plateados que te alejan
de la historia
Te nombro
Juegos de luz, caleidoscopios enterrados en la sangre
que escapan entre la tristeza
Arcos de violín, brotes de savia entre la hojarasca de la noche oscura,
entre el vapor de la entraña.
Te nombro
cuando hundo el tiempo rasgando los vestidos de tu continente
cuando bebo el frío torrente,
cuando manchan las estacas áridas los picos nevados de tu luna.
Pasos en derredor
Trémulas cascadas de verso
piezas esclavas del sueño, alfiles incapaces, inútiles estrategias de guerrero
y en el instante,
en el derrumbe de todo,
en el minuto perfecto de esta geografía
tu océano inundando todo lo superfluo,
sepultando lo vano, lo vulgar de los planetas
La madeja tejida con la precisión del artesano
raíz que se encarama y penetra lo vacío
Estallidos de goce, aceites resbalando en lo yermo
Quietud, aires anónimos
surcos de frescura, racimos cayendo en vertical
Han pasado las tormentas
Reina tu nombre en el universo
ya no se escucha el rumor, ni el grito desgarrado
ya el tambor busca el sosiego
Nada queda ya de la espera
Aun así te nombro
antes que muera la noche
y sólo importa la bestialidad de ese sonido, muertas como están las demás armonías
Por eso el ecuador
por eso los inviernos
por eso el helecho explota en verde
por eso la sal conoce el ángulo perfecto de su cristal,
por eso te nombro
febrero de 2003
jueves, 13 de febrero de 2003
sábado, 1 de febrero de 2003
utopía de escarabajos
¿Qué le pasa al escarabajo?
anda y anda sin rumbo,
¿Acaso cree en el destino?
¿Por qué no se fija una meta?
¿Por qué me entristece ver su letanía?
Desearía verlo con paso firme
aplastar el pequeño bosque de césped que interrumpe su convicción
Adivinar su ligereza cruzando el océano que el patio
le ha deparado tras la lluvia
Pero el bicho persiste en su ceguera
su norte salta aquí y allá, y gasta su débil tiempo en rodeos ridículos.
Cuando pareciera que se va a detener
cuando creo percibir la llegada de un punto ajustado,
se desvanece la falsa geometría que mi imaginación había creado,
amaga un triunfo, me engaña.
¿Ha terminado su circuito dubitativo?
Comienza una vez más con su letargo
se carga de estupidez en su coraza y nada nuevamente hacia ninguna parte.
Tal vez sospeche de mi inquisición, quizás sepa de mi obstinación
por encontrarle una línea recta, un sendero amplio y suave
que lo conduzca a una felicidad de escarabajo.
Tal vez, sabiendo de todo ello, su devenir sea una burla,
un juego cruel que se divierte con mi nerviosismo
una trampa urdida esta misma tarde en el Olimpo de los escarabajos.
Pero gira una vez más, da tan solo tres pasos y vuelve a detenerse
No es posible, no cabe en ninguna mente, ni siquiera en la aparentemente pequeña
racionalidad de un escarabajo.
¿Es que no se da cuenta que de esa manera trabaja en vano?
Son cientos o tal vez miles de horas/escarabajo malgastadas en espirales inútiles.
Al rato, su obstinación termina por vencerme.
Tal vez sea su genética, su naturaleza,
tal vez la marcha sin rumbo sea su camino, su manera de vivir.
Quizás hasta haya elegido semejante cruz,
cansado de andar en línea recta,
harto ya de senderos amplios que no conducen a ninguna parte
rebelde ante las imposiciones euclidianas,
irrespetuoso de trazados perfectos, de rutas bien marcadas
de itinerarios que evocan llegadas que no existen.
Feliz, al cabo, en su laberinto.
febrero de 2003
anda y anda sin rumbo,
¿Acaso cree en el destino?
¿Por qué no se fija una meta?
¿Por qué me entristece ver su letanía?
Desearía verlo con paso firme
aplastar el pequeño bosque de césped que interrumpe su convicción
Adivinar su ligereza cruzando el océano que el patio
le ha deparado tras la lluvia
Pero el bicho persiste en su ceguera
su norte salta aquí y allá, y gasta su débil tiempo en rodeos ridículos.
Cuando pareciera que se va a detener
cuando creo percibir la llegada de un punto ajustado,
se desvanece la falsa geometría que mi imaginación había creado,
amaga un triunfo, me engaña.
¿Ha terminado su circuito dubitativo?
Comienza una vez más con su letargo
se carga de estupidez en su coraza y nada nuevamente hacia ninguna parte.
Tal vez sospeche de mi inquisición, quizás sepa de mi obstinación
por encontrarle una línea recta, un sendero amplio y suave
que lo conduzca a una felicidad de escarabajo.
Tal vez, sabiendo de todo ello, su devenir sea una burla,
un juego cruel que se divierte con mi nerviosismo
una trampa urdida esta misma tarde en el Olimpo de los escarabajos.
Pero gira una vez más, da tan solo tres pasos y vuelve a detenerse
No es posible, no cabe en ninguna mente, ni siquiera en la aparentemente pequeña
racionalidad de un escarabajo.
¿Es que no se da cuenta que de esa manera trabaja en vano?
Son cientos o tal vez miles de horas/escarabajo malgastadas en espirales inútiles.
Al rato, su obstinación termina por vencerme.
Tal vez sea su genética, su naturaleza,
tal vez la marcha sin rumbo sea su camino, su manera de vivir.
Quizás hasta haya elegido semejante cruz,
cansado de andar en línea recta,
harto ya de senderos amplios que no conducen a ninguna parte
rebelde ante las imposiciones euclidianas,
irrespetuoso de trazados perfectos, de rutas bien marcadas
de itinerarios que evocan llegadas que no existen.
Feliz, al cabo, en su laberinto.
febrero de 2003
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