Generalmente no me levanto demasiado temprano.
Deambulo un poco por ahí, mientras se calienta el agua para el mate, y ando medio tonto por un buen rato.
Si me acuerdo, riego las plantas.
Hoy en la radio, dijeron que hay una guerra.
Después el día aparece y una cierta rutina va invadiendo cada rincón: la ducha, el trabajo, el viaje.
Lo más difícil es arrancar de casa cuando estoy escuchando buena música. No hay caso, no me puedo despegar, inclusive la mayoría de las veces dejo el equipo prendido, que la música siga sonando, me da pena interrumpir tanta belleza. De todos modos, nunca sufro tanto como cuando escucho la novena sinfonía de Beethoven. El cuarto movimiento y el coro final son terribles, no hay cómo abandonar esos sonidos.
De vez en cuando, si el ánimo lo permite, me trenzo con el diario
Puteo un poco, me caliento, ando un poco de aquí para allá, me relajo un poco con la sección de deportes. Me gusta cuando los argentinos meten goles en Europa. No sé, puede ser medio chauvinista, pero me gusta. Pareciera como si eso nos hiciera mejores. Que pavada.
Dicen que están arrojando bombas inteligentes. Que extraño, yo siempre pensé que la inteligencia era otra cosa.
Hacia el mediodía me agarra un hambre terrible. No hay demasiado para elegir, pero me las arreglo: milanesas, ensalada, una tarta, un pollito grille (la ensalada nunca trae condimentos)
En la terraza de enfrente hay dos nenas que juegan a que barren el piso.
En el colectivo suelo aburrirme bastante. Si leo, me duermo enseguida, así que apenas si paso un par de hojas. El viaje es siempre el mismo, sin embargo, me gusta pensar que soy un turista que va descubriendo cada lugar, cada recodo. Con el pasar de los días y el cambio de estación, cambian los colores, reaparecen los verdes.
Pero las horas pasan igual, esté aburrido o entretenido.
Cuando lo logro (por la hora) escucho a Victor Hugo en la radio. También me despeja. Me encanta cuando hacen preguntas sobre partidos de hace 20 años y los tipos se saben todos los datos. Se pelean, discuten. Es bárbaro.
Pero yo no sé nada de futbol. Apenas si empecé a prestarle atención hace algunos años, cuando la aparición de Maradona me hizo descubrir que eso existía y era una belleza.
Lo que no entiendo es por qué si cuando la autopista cruza el riachuelo aquel edificio se ve de frente, y yo desde acá lo veo de costado. No entiendo.
Fuera de esto, no hay demasiados acontecimientos importantes: como, duermo, sueño, me baño y voy al baño, trabajo y descanso como cualquier otro mortal.
Lo de esta guerra me suena. Ya otras veces invadieron países, mataron gente y destruyeron ciudades en nombre de la paz y la libertad. Pero me sigue pareciendo extraño, debo tener algún problema de entendimiento, las palabras no son lo que eran antes.
Hace dos años fui a Bolivia, y estuvimos parados con el micro durante 9 horas.
Me contó un amigo que su hijita le preguntó: -¿pero cómo? ¿tiran bombas donde hay nenes?
Hago lo que hace la mayoría de la gente común, me río y sufro como la mayoría de la gente común. Veo películas muy de vez en cuando y los libros los tengo medio abandonados.
Se comprenderá que no tengo una vida demasiado agitada. Tengo mi rutina y mi tiempo de ocio. Tengo mañanas felices y tardes oscuras. Hay días nublados y días de sol. Fuera de eso, nada extraordinario.
Son masivas las armas que destruyen las armas de destrucción masivas?
Deambulo un poco por ahí, mientras se calienta el agua para el mate, y ando medio tonto por un buen rato.
Si me acuerdo, riego las plantas.
Hoy en la radio, dijeron que hay una guerra.
Después el día aparece y una cierta rutina va invadiendo cada rincón: la ducha, el trabajo, el viaje.
Lo más difícil es arrancar de casa cuando estoy escuchando buena música. No hay caso, no me puedo despegar, inclusive la mayoría de las veces dejo el equipo prendido, que la música siga sonando, me da pena interrumpir tanta belleza. De todos modos, nunca sufro tanto como cuando escucho la novena sinfonía de Beethoven. El cuarto movimiento y el coro final son terribles, no hay cómo abandonar esos sonidos.
De vez en cuando, si el ánimo lo permite, me trenzo con el diario
Puteo un poco, me caliento, ando un poco de aquí para allá, me relajo un poco con la sección de deportes. Me gusta cuando los argentinos meten goles en Europa. No sé, puede ser medio chauvinista, pero me gusta. Pareciera como si eso nos hiciera mejores. Que pavada.
Dicen que están arrojando bombas inteligentes. Que extraño, yo siempre pensé que la inteligencia era otra cosa.
Hacia el mediodía me agarra un hambre terrible. No hay demasiado para elegir, pero me las arreglo: milanesas, ensalada, una tarta, un pollito grille (la ensalada nunca trae condimentos)
En la terraza de enfrente hay dos nenas que juegan a que barren el piso.
En el colectivo suelo aburrirme bastante. Si leo, me duermo enseguida, así que apenas si paso un par de hojas. El viaje es siempre el mismo, sin embargo, me gusta pensar que soy un turista que va descubriendo cada lugar, cada recodo. Con el pasar de los días y el cambio de estación, cambian los colores, reaparecen los verdes.
Pero las horas pasan igual, esté aburrido o entretenido.
Cuando lo logro (por la hora) escucho a Victor Hugo en la radio. También me despeja. Me encanta cuando hacen preguntas sobre partidos de hace 20 años y los tipos se saben todos los datos. Se pelean, discuten. Es bárbaro.
Pero yo no sé nada de futbol. Apenas si empecé a prestarle atención hace algunos años, cuando la aparición de Maradona me hizo descubrir que eso existía y era una belleza.
Lo que no entiendo es por qué si cuando la autopista cruza el riachuelo aquel edificio se ve de frente, y yo desde acá lo veo de costado. No entiendo.
Fuera de esto, no hay demasiados acontecimientos importantes: como, duermo, sueño, me baño y voy al baño, trabajo y descanso como cualquier otro mortal.
Lo de esta guerra me suena. Ya otras veces invadieron países, mataron gente y destruyeron ciudades en nombre de la paz y la libertad. Pero me sigue pareciendo extraño, debo tener algún problema de entendimiento, las palabras no son lo que eran antes.
Hace dos años fui a Bolivia, y estuvimos parados con el micro durante 9 horas.
Me contó un amigo que su hijita le preguntó: -¿pero cómo? ¿tiran bombas donde hay nenes?
Hago lo que hace la mayoría de la gente común, me río y sufro como la mayoría de la gente común. Veo películas muy de vez en cuando y los libros los tengo medio abandonados.
Se comprenderá que no tengo una vida demasiado agitada. Tengo mi rutina y mi tiempo de ocio. Tengo mañanas felices y tardes oscuras. Hay días nublados y días de sol. Fuera de eso, nada extraordinario.
Son masivas las armas que destruyen las armas de destrucción masivas?